*escrito para Express News UK
El jueves pasado fui al Institute of Contemporary Arts de Londres a ver “Impunity”, un documental de Hollman Morris y Juan José Lozano, que hacía parte del Festival de Cine organizado por Human Rights Watch en esta ciudad.
Hollmann Morris es un periodista muy conocido en Colombia, polémico, valiente defensor de las víctimas de los paramilitares y con una incansable capacidad de denuncia. Por esta razón ha sido estigmatizado y señalado, acusado, entre otros por el expresidente Uribe, de ser auxiliador de la guerrilla, cómplice de los terroristas y bandidos.
Intentando no tomar partido en esta disputa pero conociendo la imagen de Morris en Colombia fui a ver la película: buscaba un testimonio radical, una acusación extrema y un dedo señalador. Iba sediento de polémica. Sin embargo me encontré con un documental mesurado, terriblemente desgarrador por la neutralidad con que cuenta los hechos. Los documentalistas generosamente se han guardado sus opiniones y han abierto un espacio para que las víctimas y los victimarios, los verdaderos protagonistas, narren su historia. Han dejado de lado la polarización y han construido un documento indispensable para un país que aspira a salvaguardar un mínimo de memoria.
La historia de los paramilitares es ampliamente conocida. Hace más de 50 años, y paralelamente con el fortalecimiento de los diferentes grupos guerrilleros que iban creciendo en Colombia, se fueron creando pequeñas organizaciones de seguridad privada cuyo fin era combatir y resistir los ataques de los delincuentes de izquierda. Eran organizaciones legales, cobijadas por la ley desde 1968, cuyo objetivo era el entrenamiento militar de civiles con el fin de combatir la violencia guerrillera. Una solución patrocinada primordialmente por políticos, terratenientes, ganaderos, bananeros y multinacionales -principales víctimas de la insurgencia, y apoyada por el Ejército colombiano con el permanente amparo de los omnipresentes norteamericanos.
Con el paso de los años se intensificó el poder, la barbarie y la violencia guerrillera. Igualmente fueron creciendo y volviéndose más poderosos estos grupos de seguridad privada. Algunos de ellos en los limites de la legalidad y otros abiertamente ilegales, los grupos de autodefensa fueron creciendo y fortaleciéndose, generando una estructura militar importante y un músculo económico significativo (derivado tanto del apoyo de las grandes empresas como de los enormes caudales de dinero del narcotráfico).
Luego en los años 90, especialmente bajo el gobierno de Ernesto Samper y con el incansable aliento del entonces gobernador de Antioquia - Alvaro Uribe Velez, Colombia le dio otro espaldarazo a este modelo con la creación de las CONVIVIR, grupos de seguridad privada encargados de mantener el orden en regiones apartadas donde no existía seguridad proveída por el Estado.
Llegó 1997, y la Corte Constitucional estableció que es contrario a nuestra Constitución proveer de armas a la población civil para que asuma el papel de control y defensa que debe monopolizar el Estado. La fachada legal de las autodefensas se cayó pero siguieron -cada vez más salvajes- las masacres, las decapitaciones y desmembramientos, las desapariciones forzadas, el desplazamiento de pueblos enteros... la barbarie cuya principal víctima fue y es una población civil desprotegida que se encuentra en medio de la más sangrienta guerra.
“Impunity” desnuda lo ocurrido en Colombia durante el reciente proceso de desmovilización de estos grupos paramilitares, que ocurrió bajo el mandato presidencial de Álvaro Uribe a partir de la promulgación de la ley 975 de 2005, denominada Ley de Justicia y Paz. Un proceso presentado por el gobierno como un inigualable éxito, como un paradigma mundial de justicia y reparación, como el fin de los paramilitares en Colombia.
Morris y Lozano, a través de la voz de las víctimas, de los victimarios, de los impulsores y de los detractores del proceso, han abierto un espacio al país para que hable, para que nos cuente y nos muestre la verdadera historia - esa enorme y terrible realidad que la mayoría de los Colombianos hasta ahora nos hemos negado a ver. Un documento histórico indispensable para ese país de hoy, que poco a poco está descubriendo que los paramilitares no se desmovilizaron: siguen ahí, operando bajo otro nombre. Un referente imprescindible para ese país del mañana, que aspira a salir de este conflicto con un mínimo de dignidad.
La sociedad Colombiana en los últimos años ha adquirido una enorme y maravillosa capacidad para indignarse y rechazar la crueldad de la guerrilla, pero parece haber decidido hacer la vista gorda frente a su contraparte paramilitar. Es hora de cambiar. Es hora de proveer a todas las víctimas, sin importar quién haya sido su victimario, un mínimo de reconocimiento y un mínimo de dignidad. Es hora de darnos la oportunidad a todos los Colombianos de alcanzar la verdadera justicia y paz que tanto anhelamos, y esto sólo se logrará conociendo la verdad. Este documental es un paso en esa dirección: la dirección correcta.
Este es el trailer de la película: