Por Héctor Abad Faciolince
Hay un poema de Antonio Machado que siempre me acompaña en los momentos de desconsuelo. Me lo recito en voz baja, como si fuera una jaculatoria, y produce en mi mente una agradable sensación de calma:
Sabe esperar,
aguarda que la marea fluya,
—así en la costa un barco—
sin que el partir te inquiete.
Todo el que aguarda
sabe que la victoria es suya
porque la vida es larga
y el arte es un juguete.
Y si la vida es corta
y no llega la mar a tu galera,
aguarda sin partir y siempre espera
que el arte es largo y, además, no importa.
Las mareas suben y bajan. Esto fue lo que ocurrió con la “Marea Verde”. Hicieron las últimas encuestas públicas con la marea alta, pero las elecciones nos cogieron con la marea baja. Y estamos mareados de desesperación y sensación de derrota. Pero la marea puede volver a subir, y si las elecciones del 20 nos cogen con la marea arriba daremos una sorpresa más grande que la derrota anterior. Con el pesimismo de la razón, pero también con el optimismo de la acción, debemos ir a votar, disciplinados y alegres, por Mockus y Fajardo.
El triunfo de Santos, de los sectores más corruptos y retardatarios del país y de las viejas clientelas políticas, será la continuación de nuestra tragedia. Ya se anuncia, además, el desmonte de algunos logros de la Constitución. Si un militar, aliado con paramilitares, decapita un niño en San José de Apartadó (como ya ha ocurrido), el militar será absuelto por la injusticia penal militar. Ocurrirán otras cosas nefastas: en pocos días adjudicarán a la familia Santos, aliada con una familia de franquistas de España, un nuevo canal de televisión del que es socio el actual vicepresidente (con una acción, sí, pero que vale varios millones de dólares). Así Colombia entrará en una era berlusconiana en la que el Presidente será también el dueño casi total de la información televisiva, con dos o tres canales a su servicio.
El PIN, como ya lo hizo en la primera vuelta, votará de nuevo por Santos. Votarán por él los neo narcos y ex paracos que han tenido vida cómoda —comprando tierras sin fin— en los ocho años de Uribe. Votarán por él los grandes contratistas del Estado, metidos también en el tercer canal. Esta semana una entidad independiente publicó el Índice Global de Paz. Entre 149 países del mundo Colombia ocupó el puesto 138, uno de los peores. Apenas nos ganan Irak, Afganistán, Somalia y pocos más. Después de ocho años “del mejor gobierno de nuestra historia” Colombia sigue siendo uno de los países más violentos del mundo. El menos pacífico de todo el continente americano. Hasta la horrenda Venezuela de Chávez está mejor que nosotros en materia de violencia.
Es probable que dentro de ocho días ganen la mentira (no aumentaré los impuestos), la picardía (la falsa voz de Uribe), los falsos positivos (muchachos asesinados a sangre fría y presentados como guerrilleros muertos en combate), la clientela de los contratos estatales y de los canales de televisión. Es probable. Pero los que no estamos de acuerdo con este estado de cosas, los colombianos a quienes nos repugna la violencia y la corrupción, tenemos que demostrar, por lo menos, que somos varios millones y que no nos dejamos hundir ni amedrentar. Que sabremos esperar. Que la marea volverá a subir y un día desterraremos este oprobio de Colombia donde los primos y los hermanos de los mafiosos son los grandes ideólogos del Poder. Para poder esperar, eso sí, tenemos que salir a votar masivamente, como una marea verde que sube, sube, sube.
Hay que apoyar este proyecto de limpieza. Contra la chavista Piedad Córdoba que llama a la abstención al unísono con la guerrilla nefasta; contra las nuevas mafias que están con Santos; contra el voto en blanco de Petro; por los alcaldes que más han hecho por las grandes ciudades del país; por los que creemos en un país verde, limpio y solidario. Tenemos que sudar hasta el último voto y demostrar que los hastiados, los indignados, los que no comulgamos con el oprobio, somos millones. Millones.