Se fueron las elecciones... y llegaron las vacaciones. Se acabó la vorágine y el resultado fue el por todos conocido. Perdimos los Verdes, ganó Juan Manuel - el heredero de Uribe. Y el país por donde iba: “de culo pa’l estanco”, diríamos en Colombia. O por lo menos así pensaba yo. La única opción: seguir adelante. Pero antes...vacaciones. Dejamos el guayabo y el dolor de patria para después.
Desconexión total durante algo más de un mes, casi dos. Visita de la familia, paseo por la vieja Europa: la increíble red de carreteras alemana, el legado de Mozart, los maravillosos palacios de los Habsburgo, la Casa de la Opera en Viena, el impresionante Danubio en Budapest, la bohemia Praga, la imponente Berlin, el romance de Paris, Londres... No alcanzan las palabras. Tres semanas de encuentro frontal con la historia, día tras día sintiendo el peso de generaciones y generaciones que estuvieron aquí mucho antes que yo y nos dejaron este pedazo de mundo absolutamente fascinante. Hunos, romanos, prusianos, barrocos, renacentistas, napoleonicos, fascistas, nacional-socialistas, demócratas, comunistas, independentistas, músicos, artistas, políticos, monarcas, emperadores, cubistas, impresionistas, clásicos, neoclásicos, futuristas... Cuántos años y cuántos seres extraordinarios construyendo esta imperfecta sociedad, moldeándola y convirtiéndola en la que conocemos hoy. Cuántos legados, cuántas visiones del mundo, cuántos proyectos sobrepuestos los unos sobre los otros. Cuánta trascendencia para seguir vivos tantos años después...
Llega el regreso a la vida cotidiana. La familia vuelve a Colombia y yo de vuelta a la realidad. Acomodarse a trabajo nuevo, lavado de cara al blog e intentar seguir adelante. De vuelta al guayabo y al dolor de patria, y a enfrentarnos con otro legado. Esta vez el del “mejor presidente de la historia”. El uribismo que abruma a Colombia.
Intentando reconectarme, busco en los períodicos y las revistas, hablo con los amigos y la familia, pregunto a los conocidos y a los no tan conocidos y no encuentro por ningún lado a ese “gran hombre” que acaba de dejar la presidencia. Se acabó el gobierno de Alvaro Uribe (todavía me cuesta creerlo, qué felicidad!) hace alrededor de un mes y aparentemente su figura -y su legado- se han esfumado de la realidad nacional. Absolutamente sorprendente.
El heredero hoy en día cuenta con una envidiable popularidad, irónicamente gracias a que desde el momento de su posesión ha sabido cambiar de tono y borrar al caudillo de todos los ámbitos. Nombró como ministros a quienes habían sido grandes críticos de su antecesor, invitó al presidente de Ecuador a su posesión y le entregó una copia de los computadores de Raul Reyes - a manera de desagravio por la incursión en su territorio. Le hizo saber a Alfonso Cano que la puerta del diálogo no estaba cerrada a las Farc. Se reunió con Hugo Chávez en Santa Marta para “normalizar” relaciones. Estableció como tema prioritario el desarrollar una reforma agraria para devolver las tierras a los desplazados (aquellos que según el anterior gobierno no existían, pues se habían convertido en migrantes, turistas internos). Tendió puentes con las Cortes y predicó respeto a la oposición. Y cuando sucedió el primer atentado terrorista bajo su mandato no se apresuró a acusar a las Farc - pidió prudencia y dejó entrever que existía la posibilidad de que la autoría fuera de miembros de la extrema derecha.
Imposible imaginarlo más lejano a su antecesor. Dificil encontrar algo más opuesto al legado uribista. Y lo mejor (y lo más absurdo) es que la mayor parte del apoyo al presidente nuevo viene de aquellos furibundos uribistas que hace unas pocas semanas, henchidos de orgullo, llamaban mamerto y guerrillero a todo aquel que tuviese una opinión medianamente diferente a la de su caudillo.
Definitivamente Colombia es un país maravilloso, difícil de descifrar. Tendré que dedicarle más tiempo a leer y tratar de comprender cómo se forma la opinión pública en el país, porque no entiendo cómo pasamos del imperio del macartismo a lo que tenemos hoy en día, en menos de dos meses. Tal vez aquel “legado uribista” no era más que una alucinacion impulsada por los medios, una cortina de humo (como tantas que bajo su gobierno supo tender), efímera y superficial, que se esfumó tan rápido como se generó. Tal parece que lo que algunos se apresuraron en definir como “el mejor gobierno de la historia” no ha tenido más de un mes de trascendencia. Fue simplemente un pequeño paréntesis en nuestra historia, ya de por si corta.
Vuelvo de vacaciones renovado, tranquilo, mesurado. Tal vez incluso hasta un poco más sabio. La gran historia de la vieja Europa, con sus múltiples capas unas sobre las otras, con el peso de los siglos y los siglos, con sus maravillas y sus cicatrices, me ha otorgado la distancia para entender que nuestro pequeño ex-presidente no estaba destinado a acabar con el país, que su sucesor tampoco lo hará, y que todavía es mucho lo que tenemos por delante para construir.
Se acabó el dolor de patria, pues hoy entiendo que eso que llamamos patria es y será siempre más grande que el gobernante de turno.
Permanece la sana costumbre de desconfiar de quien nos gobierna, y de observar y participar vigilante de lo que pasa en nuestro país, a pesar de la distancia. Permanecen las ganas de trabajar para construir ese país capaz de maravillar a quienes lo visiten en uno, dos o tres milenios. Sería maravilloso poder hacerlo con los actuales verdes, si sus líderes llegan a obtener la lucidez necesaria para ponerse de acuerdo, dejar de patinar en pequeñeces y asimilar la gran oportunidad que tenemos para generar un proyecto de verdadera trascendencia - que no se esfume como un legado vacío.
Comparto su alegría al ver a Uribe lejos de la Presidencia. En cuanto a Santos, a mi no me sorprende del todo el cambio y, de hecho, había pronosticado que haría pistola a Uribe una vez fuera presidente. Santos representa a la clase dirigente colombiana de los últimos 200 años, desde que fue a kinder le decían que iba a ser presidente. Con tal de cumplir esa meta el tipo ha estado en todos los bandos y siempre se ha arrimado al árbol que da mejor sombra. Uribe en los últimos años fue sólo otro árbol más, y ahora que él es el que manda va a trabajar por los intereses de esa clase dirigente que él representa, no por los intereses de los narcos del cartel de Medellín. En otras palabras, les dice "gracias por los votos y el apoyo, pero ahora el que manda soy yo y lo haré con mi gente y a mi manera". Personalmente, le creo poco a Santos, es un político podrido más y no soy nada optimista con respecto al futuro de Colombia. Espero equivocarme...
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